Estamos de vacaciones y vamos a visitar un museo. Madrugamos para llegar pronto y realizar la visita con calma. Sentimos emoción al pensar en esas maravillosas obras de Leonardo, Rafael, Caravaggio…. En la entrada nos entregan un plano, nos colgamos la audioguía y sacamos el móvil para buscar algo más de información (¡qué pena! ya no se llevan las guías de viajes). Primera sala. ¡Impresionante! Nos detenemos en cada cuadro y escuchamos con atención la audioguía. Segunda sala. Algunos visitantes apenas se detienen, pero hay tres cuadros que nos llaman la atención y nos produce satisfacción ser los únicos que se fijan en esos tesoros artísticos. Tercera sala. Hay que verlo todo. Frente a algunos cuadros se amontonan visitantes. Cuarta sala. Tenemos que ir más ligeros, ¡el museo tiene 25 salas! Quinta sala. Mejor la dejamos para otra vez. Sexta, séptima, octava…vamos picoteando de aquí y de allá. Ya nos llegamos en la sala quince y encontramos unos asientos en el centro de la sala. Nos sentamos aparentando contemplar con interés un cuadro. ¿Cuántos hemos visto ya? Estamos en la sala veinte y caminamos al ritmo de la legión. Ya nada nos interesa. Si acabamos pronto nos da tiempo a tomar un café en una terraza cercana.

¿Alguna vez os ha pasado algo similar? Los museos nos proponen experiencias únicas y alientan nuestras expectativas, sin embargo, pasados los primeros minutos, se pasa de la sorpresa a la adaptación y, conforme avanza la visita, no es raro ver a algunos visitantes cansados y menos emocionados de lo que se podría esperar. Esa visita que ha creado tanta expectación se ha tornado en saciedad.

La saciedad es una respuesta física y psicológica que opera de forma automática e inconsciente. Un factor que dispara la sensación física y psicológica de saciedad es el consumo repetido de un producto. Incluso aquello que nos encanta, puede acabar en tedio y aburrimiento si no secuenciamos su consumo. Repetir el proceso de visitar sala tras sala incapacita al visitante para mantener la atención. Se detiene en menos obras y durante menos tiempo, cambia de sala rápidamente y aumenta su deseo de acabar la visita. Para evitarlo, los museos deben ayudar al visitante a gestionar su tiempo combinando momentos de atención y descanso que eviten la saciedad. Por ejemplo, el Café de l’Ours se encuentra en el pasillo central del museo d’Orsay, de modo que los visitantes pueden disfrutar de un café mientras siguen inmersos en el museo.

Pero la saciedad no solo es una respuesta inconsciente, también está condicionada por la autorreflexión o consciencia de lo que ya se ha consumido y lo que queda por consumir. Un estudio realizado por nuestro equipo (Antón, Camarero y Garrido, 2018) analizó la respuesta de visitantes a la salida de cinco grandes museos españoles. Los que manifestaban mayor nivel de saciedad eran aquellos que ya conocían el contenido porque lo habían visitado anteriormente o lo habían visto en la web. Se sacian antes porque son más conscientes de lo que ya han visitado y de lo que aún les queda por ver.

En otro experimento, utilizamos la actividad electrodermal de los individuos para medir la variación en la atención y en la emoción en diferentes condiciones de la visita. Al comparar una visita más larga a dos salas de un museo (20 minutos) frente a una más corta (10 minutos), los resultados demostraron que la emoción era más intensa cuando la visita era corta, sin embargo, la atención, era mayor en la visita larga. Ello parece indicar que la emoción se mantiene alta por periodos cortos, pero si el tiempo disponible para la visita es muy breve, los individuos no alcanzan el nivel deseado de concentración.

Finalmente, en dicho estudio también comparamos diferentes situaciones de anticipación. Unos individuos tuvieron la posibilidad de ver las salas durante unos minutos antes de que comenzara la visita guiada y otros no. Los que anticiparon el contenido (¡ya habían visto el trailer de la película!), prestaron más atención durante la visita, pero los picos emocionales, según reflejaba la actividad electrodermal, eran menores. En definitiva, necesitamos que no nos destripen la película. La información previa permite centrar la atención del visitante, pero no debe anticipar en exceso el contenido ni restar emoción. Siguiendo con el símil del cine, los museos deben presentar un guion con picos de emoción y efectos sorpresa que rompan el ritmo repetitivo de la visita.

 

Carmen Camarero