En noviembre de 2022 OpenAI puso a disposición del público y de manera gratuita su revolucionario y archiconocido ChatGPT, un lanzamiento que sin duda marcó un antes y un después en el desarrollo de la Inteligencia Artificial (IA) generativa, que hasta entonces parecía ciencia ficción y que en muy poco tiempo se ha convertido en una realidad cotidiana de la que se benefician o con la que conviven millones de empresas y usuarios en todo el mundo. Aunque todavía tiene limitaciones, el ritmo de avance es abrumador y hoy parece claro que la IA ofrece un sinfín de oportunidades que ninguna empresa debería dejar escapar. Apenas un año antes, en octubre de 2021, Marck Zuckerberg anunció a bombo y platillo su Metaverso, un mundo virtual compartido que, combinando tecnologías como la realidad virtual (VR), la realidad aumentada (AR), los tokens no fungíbles (NFT) o la propia IA, entre otras, permitía a las personas interactuar entre sí y disfrutar de experiencias inmersivas y dinámicas. El anuncio de Zuckerberg y la transformación de Facebook en Meta generaron un entusiasmo enorme que llevó a muchas empresas a tomar posiciones e invertir en proyectos enfocados al metaverso atraídas por la promesa de unas oportunidades de negocio que aparentemente no tenían límites y pronto serían rentables. Lo cierto es que hasta la fecha el metaverso parece más una máquina de quemar dinero que el mundo virtual soñado por muchos, que seguramente llegará, pero más tarde de lo esperado (o de lo que algunos vaticinaban).
De acuerdo con la teoría Schumpeteriana, podemos concebir los cambios tecnológicos como oleadas de innovación, siendo algunas de las olas tan gigantescas que provocan drásticas transformaciones en la economía y la sociedad, desplazan viejas industrias a la vez que crean nuevas oportunidades de mercado que antes no se podían ni imaginar. Es evidente que los avances tecnológicos se están acelerando, por lo que grandes olas de cambio cada vez se suceden con mayor frecuencia. Pero unas innovaciones tienen más impacto que otras, por lo que no es sencillo para las empresas anticipar cuáles son las innovaciones por las que deberían apostar y cuáles deben dejar pasar. Nunca he practicado surf, pero imagino que es un deporte muy emocionante, sobre todo para los expertos que saben adaptarse a las condiciones cambiantes del mar. Estos son capaces de coger grandes olas en el momento idóneo, lo que les permite hacer filigranas y alcanzar velocidades increíbles. Veo a las empresas que están a la caza de nuevas oportunidades y se enfrentan al dilema de invertir o no en una innovación como si fueran surfistas que están a la caza de una buena ola. Hay que intentar colocarse en el sitio adecuado, tener paciencia y dejar pasar varias olas, pero también asumir riesgos, saber identificar una buena ola y escoger el momento perfecto en el que arrancar y ponerse de pies en la tabla, ni demasiado pronto ni demasiado tarde. Tiene que ser una gozada. Pero un mal cálculo supone que esa ola pase sin haberla surfeado, lo que tampoco será tan grave si no hay percances, y el más mínimo descuido en un mar embravecido puede provocar que una gran ola arrastre al surfista y sufra un peligroso accidente, que puede llegar a ser fatal.
La metáfora del surf ilustra bien las oportunidades y desafíos a los que se enfrentan las empresas ante las oleadas de innovaciones, y esta reflexión conecta con una de las herramientas más conocidas de la consultora Gartner, el Hype Cycle o ciclo de las expectativas. La curva de Gartner es una representación gráfica que muestra cómo se produce la madurez y adopción de nuevas tecnologías e innovaciones de todo tipo. Según esta consultora, para la mayoría de innovaciones puede observarse un patrón común en el que se identifican cinco fases que dan forma al ciclo de vida de una tecnología. Tras el lanzamiento de un potencial avance tecnológico, se genera un interés en los ámbitos científicos y empresariales que también puede llamar la atención de los medios. La publicidad y el eco mediático o de las redes sociales elevan las expectativas hasta unos niveles que generalmente sobrepasan las capacidades reales que en ese momento alcanza la tecnología. Algunas empresas van explorando las posibilidades que ofrece y se van conociendo historias de éxito en su aplicación, más visibles que los fracasos, lo que infla más la burbuja hasta llegar a un “pico de expectativas sobredimensionadas”. Pero el entusiasmo suele enfriarse a medida que van saliendo a la luz las carencias y los problemas de la tecnología o la lentitud con la que se va adoptando. La impaciencia, la desconfianza y la incertidumbre ganan terreno, por lo que algunas empresas que habían apostado por esa innovación fracasan o dan marcha atrás en sus inversiones. Todo ello conduce a un “abismo de desilusión” del que muchas tecnologías no escapan y se abandonan sin haber llegado a madurar. Sin embargo, hay tecnologías que logran superar esta fase y continúan su desarrollo entrando en la “rampa de consolidación”. Las empresas que sobreviven mejoran sus productos y los primeros usuarios van mostrando una mayor satisfacción. Los beneficios de la tecnología para empresas y clientes potenciales se comprenden mejor y comienzan a materializarse, lo que atrae a nuevas empresas que contribuyen a un mayor avance. La tecnología se perfecciona y se comercializan productos de segunda y tercera generación más adecuados para un público más amplio y diverso, lo que permite llegar a la “meseta de productividad”, en la que la tecnología se extiende en el mercado, se le saca más partido y es rentable.
Hype Cycle de Gartner
Fuente: https://www.gartner.es/es/metodologias/hype-cycle
Este patrón es fácil de comprender a posteriori, pero no es tan fácil reconocerlo en tiempo real, lo que puede llevar a tomar decisiones de inversión equivocadas. Así, encontramos empresas pioneras que, seducidas por unas expectativas exageradas, adoptan demasiado pronto tecnologías muy arriesgadas y cuyo valor es desconocido. También encontramos empresas que en su momento apostaron por tecnologías que sí eran viables, pero no fueron pacientes y tiraron la toalla antes de tiempo, sin esperar a que la tecnología se consolidara. Por supuesto, hay muchas empresas que son conservadoras y prefieren esperar a ver cómo evoluciona la tecnología, pero esto supone otro riesgo, el de entrar demasiado tarde, cuando las pioneras ya han tomado posiciones sólidas, cada vez hay más competencia y es más complicado hacerse un hueco en el mercado. Finalmente, instalarse y acomodarse en la meseta de la productividad de una tecnología puede hacer que una empresa pierda de vista otros avances (nuevas olas de innovación) e ignore otras oportunidades relevantes que continuamente van surgiendo. Para evitar que estos errores ocurran, las empresas deben tener una estrategia de innovación coherente y estar siempre atentas a los avances tecnológicos. Y por supuesto deben estar bien orientadas al mercado, tener inteligencia para interpretar de manera correcta y realista las oportunidades y riesgos que entrañan tales avances, y tener agilidad de marketing para adoptar con éxito aquellas innovaciones que tengan verdadero potencial.
Javier Rodríguez Pinto
P.D.1: Este artículo de nuestro blog ha sido elaborado con muy poca ayuda de la IA generativa. Esto es culpa mía, que no me dejo ayudar. 🤓
P.D.2: No dejéis de ver este sketch. Quizás sea para evitar esta clase de problemas que no termino de confiar en la IA. 😂
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