El consumidor ha elegido el free tour como forma de conocer una ciudad. El crecimiento de estos recorridos, que se caracterizan por la libertad en la tarifa a pagar tras una visita guiada, se ha disparado hasta niveles impensables en 2009, cuando se produjo la liberación de los servicios turísticos en la Unión Europea. Hay que señalar que “free” no es sinónimo de gratuito: el pago por este servicio turístico se fija por parte del cliente y depende esencialmente de su satisfacción con la experiencia (también, por supuesto, de su capacidad económica).
Detrás del modelo de negocio de los free tours se encuentran algunas de las principales características de la economía colaborativa: 1) apoyo en las nuevas tecnologías para conectar a personas con intereses comunes y 2) acceso a un producto o servicio a un precio más competitivo que los negocios tradicionales, entre otras. Estas características dotan a los servicios que se apoyan en ellas de algunos elementos críticos relacionados con la distribución y la comunicación que ayudan a destacar en un mercado competitivo. Por ejemplo, plataformas exitosas como GuruWalk o Civitatis permiten a los guías llegar al turista mientras ellas invierten en SEO y publicidad online. Además, incentivan el uso de las redes sociales (compartiendo fotos, videos y testimonios de los tours) y animan a los participantes a dejar reseñas positivas, lo que ayuda a construir una buena reputación.
Hasta aquí nada diferente a lo que ocurre con otros servicios basados en la economía colaborativa. No obstante, el crecimiento feroz de los free tours (estimado en un 20% al año) no se habría producido sin el rol que juega el precio. Ni los guías, ni las plataformas que les ponen en contacto con turistas, son entidades sin ánimo de lucro que hacen una especie de labor casi social al facilitar el disfrute turístico. En la apuesta por el free tour por parte de las plataformas y los guías hay un interés económico. Siendo así, cabe preguntarse entonces: ¿por qué arriesgar con un precio libre? ¿no sería más adecuado fijar un precio que genere una rentabilidad adecuada?, como ocurre en la práctica totalidad de productos y servicios que consumimos.
Pues parece que no. De hecho, muchos guías reconocen que sus ingresos son mayores que los de una actividad con un precio preestablecido y ahí está el interés de la apuesta por el free tour. Veamos algunas razones de su atractivo económico.
- Existe un precio mínimo recomendado (en torno a 10 euros) que conoce y respeta la mayoría de los turistas y que, si atendemos al número de participantes, no es tan bajo. Al no exigir una tarifa fija, estos tours atraen a un número mayor de personas que los tours tradiciones (desde estudiantes con presupuestos muy ajustados, hasta viajeros con gran solvencia económica), número que hace que los ingresos del guía por recorrido sean particularmente altos. Una visita de dos horas con 20 clientes, remunerada al precio mínimo, supone un ingreso de 200 euros.
- Es un servicio con un marchamo ético. Cuando un turista percibe el esfuerzo del guía por lograr una experiencia altamente satisfactoria, es posible que esté dispuesto a realizar aportaciones muy por encima de 10 euros, ya que a buena parte de los clientes les gusta sentirse honestos. Además, el discurso de que los guías que hacen estos tours son advenedizos sin ningún tipo de formación está claramente superado. La competencia entre los guías y las empresas que los organizan ha contribuido a elevar la calidad de las visitas guiadas a través del diseño de recorridos más dinámicos, originales y adaptados a las necesidades y preferencias de los turistas modernos, que buscan algo más que una simple descripción de un monumento. Lo cierto es que muchos de ellos pueden ofrecer un tour memorable (más o menos espoleados por el interés económico) que se salda, por parte de los turistas con mayor presupuesto, con buenas compensaciones económicas en respuesta a la calidad percibida.
- Estos recorridos no son solo una transacción económica rentable, sino una forma de ofertar al turista otros servicios de pago, tanto a través de la propia plataforma como de la interacción con los guías. Tras la visita, el guía puede ofrecerse a mostrar un monumento o un museo específico, y así seguir rentabilizando el contacto con el turista.
Sin duda, hay desafíos y aspectos que mejorar (por ejemplo, se les acusa de engrosar la bolsa de la economía sumergida, lo que supone una competencia desleal para las empresas tradicionales; además, falta un marco legal que defina claramente las obligaciones relativas a las operaciones realizadas en las plataformas colaborativas), pero los datos de crecimiento dan la razón a este modelo de negocio en el que ganan los guías, las plataformas y los turistas. Al igual que en industrias tan consolidadas como la del Taxi o la Hotelera (que se están viendo amenazadas por negocios basados en la economía colaborativa, como Uber o Airbnb, por citar sólo algunas de las marcas que claramente temen), los free tuors han revolucionado nuestra forma de conocer las ciudades.
Ana I. Rodríguez Escudero
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