En la prensa económica podemos leer, cada vez en mayor medida, noticias como ésta: “el emprendimiento se ha posicionado como una de las alternativas al empleo más influyentes y en auge en España”. Sin embargo, también nos encontramos titulares recientes como éste: “cada vez más personas lanzan su propia empresa, aunque desciende el número de negocios consolidados”. Esto nos lleva a pensar, ¿las personas que toman la iniciativa y dan el valiente (y en algunos casos insensato) paso de emprender cuentan con algún tipo de herramienta que les ayude a hacer viable su incipiente negocio? La respuesta es sí. Y entre las posibles alternativas se encuentran las incubadoras de empresas.
La finalidad de la incubación es nutrir las necesidades de incipientes emprendedores para que desarrollen sus ideas de negocio, y se transformen en actividades viables y sostenibles. Para ello, hay tres tipos de servicios que básicamente describen cómo funcionan las incubadoras:
- Asesoramiento personal a través de un coach que puede responder a cada uno de los requisitos de conocimiento específicos que demanden los emprendedores.
- Asesoramiento empresarial relativo a diferentes funciones de gestión tales como marketing, recursos humanos, finanzas, entre otros.
- Acceso a actividades de networking que favorezcan el desarrollo de habilidades sociales y la introducción de los incubados en redes profesionales.
Quizás no te suene mucho esto de las incubadoras, pero también se las conoce con otros términos, que pueden que te resulten más familiares, como viveros, semilleros, aceleradoras, centros de innovación, etc. Actualmente se encuentran en pleno auge debido al desarrollo experimentado a lo largo de los últimos años. Sin embargo, el concepto no es algo novedoso.
La primera incubadora se estableció en 1959, en The Batavia Industrial Center, Nueva York. Una familia que contaba con negocios en el estado de Nueva York, adquirió un edificio con una estructura de 850.000 m2. Ante la imposibilidad de poder alquilar toda la propiedad a un único arrendatario, Joseph Mancuso optó por alquilar particiones subdivididas del edificio a distintos inquilinos. Algunos de ellos solicitaron asesoramiento y/o asistencia para la obtención de capital. Uno de sus primeros inquilinos fue una empresa que se dedicaba a la incubación de pollos. Cuando a Joseph Mancuso le preguntaban qué estaba haciendo con su edificio, bromeaba diciendo que estaba incubando pollos. De ahí que a su negocio se le conociera como incubadora de empresas.
Los antecedentes de las incubadoras surgieron en el entorno universitario, en el año 1942 y también en Estados Unidos, donde se facilitaba un espacio físico para que las empresas creadas por los estudiantes comenzaran a desarrollar su actividad. Esto no fue un hecho que ocurrió por casualidad. Las universidades han creado sus propias incubadoras para favorecer la transferencia de tecnología y conocimiento científico, el fomento del espíritu emprendedor, y la comercialización de investigación de vanguardia.
La universidad está en el epicentro del ecosistema emprendedor. Por ello, nuestro equipo, como parte de ese ecosistema, ha estado y está en contacto con la realidad de las incubadoras universitarias. Hemos visitado numerosas incubadoras, tanto en España como en los Países Bajos, y hemos tenido repetidos contactos con gerentes de incubadoras y con emprendedores de las mismas.
La realidad nos nuestra que no todas las incubadoras ofrecen los mismos servicios de forma sistemática y generalizada. En ello influye de forma importante el perfil (académico o profesional) de los gerentes de las incubadoras. Los gerentes pueden tener una lógica académica, profesional o híbrida en su labor. Esa lógica determina las actividades promovidas y el éxito del programa de incubación. Pese al hecho de que un gerente académico tenga interés en fomentar los servicios de asesoramiento personal, asesoramiento empresarial y actividades de networking, su falta de experiencia como emprendedor puede restarle eficiencia en la promoción de estos servicios. El nivel de inexperto en el ámbito empresarial supone que el gerente no ha estado expuesto, ni ha interactuado con frecuencia, con individuos del mundo de la empresa. Piensa y actúa basándose en su formación y, sobre todo, en su experiencia en el mundo científico. En definitiva, esta falta de experiencia puede ir en detrimento de una oferta adecuada de servicios al emprendedor en comparación con la oferta que puede impulsar un gerente de perfil profesional.
Si una universidad tiene un perfil emprendedor y el gerente de la incubadora es proactivo en el fomento de contactos y relaciones dentro de la incubadora, se construirá un capital social colectivo entre los emprendedores basado en la confianza, la reciprocidad y la identidad de grupo. Este capital social colectivo redunda en el capital social individual de cada emprendedor, esto es, en una mayor posibilidad de acceder a recursos a través de sus redes de relaciones.
Seguimos inmersos en el ecosistema emprendedor. Y nos siguen surgiendo diferentes cuestiones a las que queremos dar respuesta y después contártelo.
María Redondo Carretero
Redondo, M., & Camarero, C. (2019). Social Capital in University Business Incubators: dimensions, antecedents and outcomes. International Entrepreneurship and Management Journal, 15(2), 599-624.
Redondo, M., & Camarero, C. (2017). Dominant logics and the manager’s role in university business incubators. Journal of Business & Industrial Marketing, 32(2), 282-294.
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