Es normal que un espectador no reaccione igual cuando ve una película en una sala de cine o asiste a un partido de fútbol en un estadio, que como lo haría si estuviese solo ante su televisor. El grupo influye en nuestro comportamiento como consumidores, pero también afecta a otros ámbitos como las decisiones estratégicas o la competitividad de las empresas. El éxito de individuos y empresas se basa no pocas veces en acceder a los recursos que les permitan diferenciarse de la competencia.
La teoría de redes, el enfoque del capital social y el marketing de redes tratan estas variables que gobiernan el comportamiento de los grupos y los mecanismos que permiten a un individuo o empresa obtener recursos a partir de sus redes de relaciones. La literatura y el cine, antes incluso que la ciencia social, también han descrito no pocos de estos mecanismos.
Un recurso clave para el éxito de cualquier estrategia es disponer de la información adecuada. La información puede fluir de forma más o menos rápida dentro de un grupo, pero si varios grupos están desconectados entre sí, un individuo situado estratégicamente entre ellos podrá acceder a información valiosa y exclusiva. El personaje Lord Varys «la Araña» de Juego de Tronos usa esta información de forma altruista para facilitar otros procesos a base de tejer alianzas. Por el contrario, el personaje Petyr Baelish «Meñique», utiliza la información en su propio beneficio. En teoría de redes, a esta posición entre grupos inconexos se la conoce como agujero estructural, y a los roles de los personajes Lord Varys y Meñique, se les denomina respectivamente bridging tie (algo así como tender puentes) y brokerage (intermediación no altruista). Esta última es también el argumento principal de dos obras de culto: Yojimbo (Akira Kurosawa, 1961) y Por un puñado de dólares (Sergio Leone, 1964). En ellas se relatan las andanzas de sendos mercenarios oportunistas (un samurai del Japón feudal y un pistolero del Oeste) que intentan aprovecharse de su posición entre dos bandos enfrentados. En algunos trabajos académicos hemos analizado el rol de intermediación que desempeñan los directivos de los museos (Camarero, Garrido y Hernández, 2018) y las agencias de desarrollo local (Hernández, Camarero y Cillán, 2018) como facilitadores del intercambio de recursos e ideas entre grupos inconexos.
Ahora bien, ¿cómo funcionan las relaciones y el intercambio de recursos dentro de cada grupo? Existen dos mecanismos que describen estos procesos y a los que hemos llamado (Hernández, Camarero y Cillán, 2019) mecanismo recursos (que favorece la presencia de recursos valiosos dentro de un grupo) y mecanismo intercambio (que facilita que los miembros del grupo estén dispuestos a intercambiarlos entre sí). La joven del agua (2006), una obra de M. Night Shyamalan (El sexto sentido, El bosque, Múltiple…) a medio camino entre un cuento de hadas y una historia de terror, nos proporciona las claves para entender ambos mecanismos. El argumento es el siguiente: los inquilinos de un bloque de apartamentos deben enfrentarse a unas criaturas peligrosas para salvar a una ninfa que habita su piscina. Cada uno posee una habilidad diferente para acabar con el monstruo, pero esa habilidad no es útil si no se combina con las de los otros vecinos . Sin embargo, muchos de estos inquilinos apenas se conocen o mantienen una actitud individualista. Sólo el conserje, un personaje aparentemente anodino y sin ninguna habilidad específica, conseguirá cohesionar al grupo involucrando a todos y cada uno de sus miembros en la tarea de derrotar al monstruo. Resulta que el conserje sí tenía una habilidad, puede que la más importante de todas: gestionar redes.
Lo que La joven del agua nos muestra es que la diversidad del grupo permite encontrar en él a individuos con diferentes capacidades (mecanismo recursos) y que la cohesión y la buena relación entre sus miembros les permite complementar estas capacidades y actuar de forma coordinada (mecanismo intercambio). El cine también da cuenta de la situación contraria: cuando el objetivo del grupo se malogra porque alguno de estos dos mecanismos no está presente o funciona sin control. El exceso de diversidad con ausencia de cohesión es un tópico del género zombie inaugurado por George A. Romero (La noche de los muertos vivientes, 1968). En casi todas las películas de este género vemos un argumento repetido: un grupo de personas muy diferentes y que no se conocen previamente se ven atrapadas en un espacio físico y deben actuar coordinadamente para sobrevivir; algo que no consiguen porque la falta de liderazgo y de conciencia de grupo derivan en desconfianza y comportamientos oportunistas. Huelga decir que la cosa suele acabar mal. Estas películas retratan perfectamente a grupos con suficientes recursos (gracias a su tamaño diversidad) pero que carecen de la cohesión y la confianza suficientes para intercambiarlos de forma fluida y desinteresada.
En esta misma línea, Carlos Ghosn (ex CEO de la alianza Renault- Nissan) explicaba en un artículo publicado en Nikkei Assian Review (2017) la necesidad de combinar diversidad y cooperación dentro de las empresas. Lamentablemente, la implantación de esta política en Nissan generó un fuerte rechazo entre sus trabajadores, al tratarse de una sociedad tan cohesionada pero poco abierta a la diversidad como la japonesa. Y es que la cohesión, que incluye elementos tales como la conciencia de grupo (capital social cognitivo) o el contacto directo y frecuente entre sus miembros (densidad relacional), también puede conducir al desastre si no se complementa con un cierto grado de tolerancia a la diversidad. Este exceso de cohesión es característico de regímenes totalitarios y de empresas que no consiguen adaptarse a los cambios. En La ola (Dennis Gansel, 2008), el experimento de un profesor de instituto consigue -a partir del uso de códigos y estética comunes y de la aceptación de unas normas de fuerte cooperación y reciprocidad- generar tal grado de cohesión entre sus alumnos que la clase derivará espontáneamente en una suerte de Estado fascista en miniatura. El sueño de la cohesión también produce monstruos. Cosas de la innovación docente.
Gestionar redes no es, por tanto, tarea fácil. No se trata de introducir diversidad o aumentar la cohesión de un grupo, sino de entender que todas esas variables deben funcionar de forma coordinada para lograr los objetivos estratégicos de la empresa. En otros trabajos de nuestro equipo (Hernández, Camarero y Gutiérrez, 2017; Hernández Camarero y Gutiérrez, 2019, analizamos cómo todas estas características (tamaño, cohesión, diversidad y capital relacional) de las redes de relaciones de emprendedores y pequeñas empresas contribuyen a su competitividad en la medida que les permiten acceder a recursos estratégicos.
Carlos Hernández Carrión
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